jueves, 6 de diciembre de 2012

Clave de sol


Fa mayor, mi menor...
el compositor deslizaba sus heridos dedos
a través de los tendones de la sollozante lira.

En su mente revoloteaban ideas vacías y espíritus vagos
que le impedían terminar con la más angustiosa estrofa de su existir.

Parecía como si el humo de su cigarrillo
se ahogara entre los profundos ríos en su brazo izquierdo
hasta drogarle el pensamiento
y apagar su cuarteada voz.

Su sangre interpretaba, amargamente,
ecos silenciosos de lo que parecía ser el último vuelo de aquel dorado halcón.

Ásperas lágrimas rozaban sus pálidos labios
y sería ese instante el que le daría la doceava campanada.

¡Yo nunca perdí el control!–, dijo
plasmando con dolorosa dificultad
las agonizantes notas de su vida
en un trozo de papel amarillento.

Es víctima de los días y los tiempos,
susurra cauteloso como escondido entre sus tragedias
inundando sus sentidos del veneno carmesí que corroe su armonía.

¡Pero desgarra el silencio!
¡Desgarra las afonías implorando tan sólo un segundo de piedad!

Con una mirada tenue...
un arpegio... 
un acorde...

Repite la misma estrofa...
el mismo verso...
sin encontrar secuencia alguna.

Esta bien,
como sea,
no interesa...
con las luces apagadas
el peligro es menor–.

Inhala el duro ambiente de tensión que lo rodea,
asfixiado en sus propios suspiros...
resignación.

La perfidia lo devora
la respiración se agota...

El ardor en sus partituras
desvaneció los somnolientos alaridos,
el narcótico de sus recuerdos
reventó la última cuerda.

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